Si alguna vez, cuando era joven hubiera pensado que iba a participar de un concurso habría pensado que era un ideal que nunca iba a lograr alcanzar. Siempre fui la mas gordita, la más alta, la más reservada y dicho por mis padres, la más estudiosa...
Como mujer, pensaba que todos estos aspectos eran los que me podrían hacer triunfar: belleza, simpatía y mucha aceptación social. Es decir que mi estereotipo de mujer exitosa pasaba por aspectos que quizás hoy día, en muchas sociedades se siguen manteniendo vigentes.
Pero, los años fueron pasando y fui creciendo en entendimiento, en valores verdaderamente profundos y en especial convirtiéndome en una mujer que comenzó a entender lo que mi querida abuela siempre me decía ...tu belleza está en tu interior.
Entonces empecé a admirar a mujeres, que a pesar de las dificultades y la resistencia social lograban ser grandes investigadoras, grandes políticas, recibían títulos académicos y brindaban su saber y su experiencia a la sociedad generando bienes y servicios para mejorar la calidad de vida de toda la humanidad. Fue así como con esa visión me dediqué al estudio, formé una familia y sentia que iba construyendo lo que verdaderamente yo deseaba ser.
Un día, ya siendo madre de tres hijos, recibí una carta del que era en ese momento presidente de la república, el Dr. Raúl Alfonsín que convocaba a jóvenes profesionales a presentarse a un concurso muy especial: el objetivo era generar un estado democrático, impulsando cambios profundos en lo que había sido una estructura militar que utilizó la administración en su propio provecho.
Pero ese concurso, pensé, sería real? Sería transparente? Qué evaluarían de cada uno de los participantes? Con todas esas dudas, me presenté y pasé a ser una de los 3 mil candidatos que deseaban capacitarse para integrar este nuevo modelo de administración. Luego de varias instancias de selección, quedé elegida para formarme por tres años y medio y pasar a formar parte del Cuerpo de Administradores Gubernamentales.
La clave de que ese Cuerpo estuviera integrado por un 50% de mujeres, fue que la selección se basó en pruebas anónimas, con nombres lacrados y lo que estuvo en juego fue el conocimiento, la inteligencia, la cultura general y demás condiciones que un perfil de funcionario democrático y proclive al cambio debía tener.
Si alguna vez, cuando era joven hubiera pensado que iba a participar de un concurso habría pensado que era un ideal que nunca iba a lograr alcanzar. Siempre fui la mas gordita, la más alta, la más reservada y dicho por mis padres, la más estudiosa, aspecto que como todos sabemos no me generaba demasiadas simpatias con mis compañeros de clase.
Como mujer, pensaba que todos estos aspectos eran los que me podrían hacer triunfar: belleza, simpatía y mucha aceptación social. Es decir que mi estereotipo de mujer exitosa pasaba por aspectos que quizás hoy día, en muchas sociedades se siguen manteniendo vigentes.
Pero, los años fueron pasando y fui creciendo en entendimiento, en valores verdaderamente profundos y en especial convirtiéndome en una mujer que comenzó a entender lo que mi querida abuela siempre me decía ...tu belleza está en tu interior.
Entonces empecé a admirar a mujeres, que a pesar de las dificultades y la resistencia social lograban ser grandes investigadoras, grandes políticas, recibían títulos académicos y brindaban su saber y su experiencia a la sociedad generando bienes y servicios para mejorar la calidad de vida de toda la humanidad. Fue así como con esa visión me dediqué al estudio, formé una familia y sentia que iba construyendo lo que verdaderamente yo deseaba ser.
Un día, ya siendo madre de tres hijos, recibí una carta del que era en ese momento presidente de la república, el Dr. Raúl Alfonsín que convocaba a jóvenes profesionales a presentarse a un concurso muy especial: el objetivo era generar un estado democrático, impulsando cambios profundos en lo que había sido una estructura militar que utilizó la administración en su propio provecho.
Pero ese concurso, pensé, sería real? Sería transparente? Qué evaluarían de cada uno de los participantes? Con todas esas dudas, me presenté y pasé a ser una de los 3 mil candidatos que deseaban capacitarse para integrar este nuevo modelo de administración. Luego de varias instancias de selección, quedé elegida para formarme por tres años y medio y pasar a formar parte del Cuerpo de Administradores Gubernamentales.
La clave de que ese Cuerpo estuviera integrado por un 50% de mujeres, fue que la selección se basó en pruebas anónimas, con nombres lacrados y lo que estuvo en juego fue el conocimiento, la inteligencia, la cultura general y demás condiciones que un perfil de funcionario democrático y proclive al cambio debía tener.
Debo agradecer al Estado haberme dado la oportunidad de realizar toda mi carrera profesional desarrollando actividades en las sentí que brindaba todo para la sociedad, recorriendo las fronteras para mejorar las condiciones de nuestros gendarmes, articulando con provincias y municipios acciones de desarrollo regional y local, brindando herramientas de gestión de calidad para modernizar las administraciones de cientos de organizaciones públicas del país y actualmente, ocupando un rol de acompañamiento a las politicas agropecuarias del Estado Nacional.
Reflexionemos ahora sobre las lecciones aprendidas en estos años.
Punto 1: las mujeres tenemos todas y cada una de nosotras un extraordinario potencial humano, social, intelectual y espiritual que está esperando que le abramos esa puerta para poder expandirse y aflorar
Punto 2: todas las mujeres que integramos lo que llamamos la “planta” tanto en los gobiernos locales, provinciales y nacional debemos tener como premisa la capacitación permanente, usar todas las herramientas disponibles para aprender y crecer, hacer mejor nuestro trabajo y sentirnos satisfechas con nuestro aporte
Punto 3: todas podemos son líderes desde nuestro puesto de trabajo, cómo? Siendo solidarias, trabajando en equipo, teniendo la visión de que todo lo que cada una de nosotras hace va a tener una efecto en la comunidad, en las personas, en las familias, en nosotras mismas.
Por último quisiera convocarlas a pensar en conjunto qué podemos hacer para mejorar nuestras vidas, nuestro ambiente de trabajo, nuestro barrio, nuestro medio ambiente, nuestro entorno productivo convirtiéndonos en líderes y haciendo valer nuestra calidad y potencialidad de mujeres en este desafiante nuevo siglo que estamos viviendo.
No puedo terminar mi mensaje sin hacer referencia a la necesidad de que las mujeres aspiremos a gobernar, a participar en política, a ser responsables de las áreas técnicas del municipio y a poner en agenda las necesidades concretas de las comunidades que representamos y estoy segura que van a incorporarse en las materias locales, las problemáticas de género y de aquellos temas que nos preocupan como madres, como vecinas y en definitiva como miembros de nuestra comunidad.

Lic. Maria Cristina SOLANAS
Administradora Gubernamental – Secretaría de Asuntos Estratégicos-Presidencia de la Nación<
Arquitecta y Lic. en Artes Combinadas